La guía del corazón
Por Iván Campos
Para Pestalozzi, el método, proyecto o plan pedagógico y sus componentes son instrumentos para que el educador genere algo que no está en el método mismo ni en sus componentes, Soëtard (1994) comenta lo siguiente al respecto “Ahí comienza en realidad el trabajo pedagógico; y es ahí donde interviene, más allá de la letra, el espíritu del método, un espíritu que utiliza las técnicas solamente para que produzcan lo opuesto de un resultado técnico”.
La obra educativa debe trascender los métodos y lograr despertar en los alumnos y alumnas fuerzas que los y las orienten hacia el bien, desde Pestalozzi éstas son las fuerzas de la cabeza, el corazón y la mano, que representan respectivamente y de manera general al sentimiento, al pensamiento y la capacidad física. Más en específico estas tres fuerzas representan características que, desarrolladas y equilibradas, potencian las capacidades naturales; la cabeza hace referencia a la capacidad racional-mental y las funciones de la conciencia como son la percepción, la memoria o la comunicación. La fuerza del corazón hace referencia al sentimiento pero no sólo a los sentimientos como la alegría, enojo o tristeza, sino que abarca sentimientos éticos y estéticos, aquellos que van sobre la justicia, la bondad, la maldad, la belleza o el amor, por último, la fuerza de la mano representa la capacidad física y práctica. Para Pestalozzi, aunque todas importantes y en cada uno se juega algo de las otras, son las fuerzas del corazón las que tienen más peso y relevancia puesto que son las que llevan a la meta de la humanización. De acuerdo a esta postura, las capacidades intelectuales y físicas sólo llegan a ser benéficas si van acompañadas por las capacidades del corazón previamente desarrolladas.
Pestalozzi crece con la influencia de su abuelo materno, pastor protestante de su pueblo, si se considera el ambiente religioso en el que creció no es de sorprenderse que Pestalozzi resalte la fuerza del corazón como guía. La obra de Pestalozzi tuvo lugar a finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII, deben comprenderse en su contexto las influencias que tuvo su obra, tanto las que recibió como las que ejerció. Al día de hoy hablar en educación sobre una fuerza del corazón nos puede llevar a lugares idealizados y romantizados sin seriedad pero no se debe olvidar que hacen referencia a los sentimientos comunes, éticos y estéticos como parte integral del ser humano. Para Pestalozzi, el obrar educativo y el desarrollo de las capacidades de los alumnos y alumnas no debe ser algo frío y mecánico, la inteligencia y la racionalidad deben estar complementadas con la emoción y una búsqueda de justicia y del bien. Sin lugar a dudas un discurso sobre la educación del corazón en este sentido, despojándolo de todo dogmatismo, tiene voz actualmente, más cuando la educación se torna mayoritariamente técnica, repetitiva e introductoria a estructuras que no buscan la reflexión crítica –por más que en los manuales se escriba que sí-, sino la asimilación y puesta en práctica de valores, conocimientos y habilidades para ser productivos en la sociedad.
El docente que está frente a grupo con determinado método y un conjunto de elementos se presenta ante chicos y chicas con una historia, con miedos, inquietudes y deseos que buscan algo más que un logro técnico, un número que no les significa mucho y un papel que le “habilite” para desenvolverse en algo, ¿dónde está el espíritu que produce algo más que un resultado técnico?, se encuentra en el alumno, se encuentra en el docente que guiado por algo más que el método da con algo que no está en los manuales ni se escribe en los papeles de las instituciones.
En medio de esta pandemia y la
continuidad de los estudios de manera virtual es interesante y pertinente una
vuelta al pensamiento que Pestalozzi nos da y reflexionar acerca de los
resultados que se están dando y si esta continuidad no es solamente un logro
técnico y qué papel toma el trabajo pedagógico en la actualidad de
confinamiento.
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